Wednesday, November 29, 2006

AUTORIDAD

Odio muchas cosas, y muchas otras me fastidian. El ejército nacional logra hacerme sentir ambas sensaciones. Es una institución vil, ruín, que cree que aún estamos en tiempos de huestes y hordas, y se creen con derecho legítimo para pisotear la dignidad humana.
Los soldados son como pequeños ratoncitos ignorantes que no piensan sino en la inútil superioridad que suponen ostentan al andar con un fusíl en las manos, su mundo es tan restringido y triste y sus alcances intelectuales tan inocuos, que tan solo su presencia me da lástima.
Ayer, me acerqué a la quinta brigada de Bucaramanga para dar trámite finalmente al asunto de la libreta militar, al que le había dado la espalda hacía seis años. Como soy inútil, mi papá ya había hecho todas las vueltas necesarias y mi labor se restringía a entregar unos papeles y unas fotos. Cuando llegué a la puerta, un hombrecillo de estos cuya humanidad dificilmente le permitía sostener con un esfuerzo inusitado su arma de dotación, me recibió con una frase que logró exaperarme: cinco de diciembre.
Era todo lo que decía, parecía un gramófono. Señor vengo para unos papeles. cinco de diciembre. No, señor, es decir, vengo a entregar unos papeles. cinco de diciembre. No, que pena, déjeme le explico, ya hice todo lo que debía hacer, sólo debo dejar estos papeles al comandante. cinco de diciembre.
Era tan triste, cómo pueden llegar a lavarle a uno tanto los pensamientos y convertirlo en una máquina obtusa, en un hijo de puta sin conciencia ni criterio?, en un cabrón que se pare toda la tarde a decir cinco de diciembre?.
Es tan difícil suministrar algo de información?, yo no creo. Pero él tenía el poder en sus manos y yo era el pueblo, me venció un cabroncillo con un arma en los brazos. Lo peor es que tendría mi edad, o tal vez era menor; espero que nunca necesite nada de mi este patán, porque nisiquiera un cinco de diciembre de aquí a mil años lo va a obtener.

Tuesday, November 21, 2006

Cada día...

Los días en el centro se sienten como una diarrea, pedacitos de mierda que se cruzan y se chocan entre si sin un propósito fijo, por lo menos aparente. Se lo hago saber a Paola en la cafetería donde navega en el aire un olor a empanada vieja que parece un embrujo, nada mal a esa hora de la tarde, apurando la kola hipinto y el belmont de rigor.

Paola y los cigarrillos son una costumbre casi tan arraigada como las ganas de cagar y las diez horas de sueño reglamentarias. En esos ratos de incertidumbre central, porque cómo más se le dice a estar en el centro de la ciudad, lugar inmundo y atiborrado de gente con miles de frustraciones y ventas ambulantes que entorpecen la locomoción casi hasta la asfixia; no hay nada mejor que sentarse en cualquier agujero y cruzar unas palabras con ella, o simplemente callar y mirarle las tetas que en medio de todo aquel bodrio resultan ser un oasis, una alucinación.

Ella no se molesta mucho con mi rostro de pervertido fijo como un tornillo en sus pechos, se ha convencido a fuerza de experiencia de que soy un güevón inofensivo. Sólo una vez, en medio de una borrachera, pude verlos y tocarlos directamente, pero al siguiente día Paola dejó muy en claro que jamás volvería a pasar; era una lástima porque realmente tiene unas tetas hermosas.

Mascullo en medio del humo y la gaseosa una grosería mientras me escurre una gota de sudor por la frente, ella se ve muy fresca y presiente que ya voy a empezar con mi verborrea matutina sobre cuánto odio el calor y de cómo con él nunca voy a llegar a ningún lado.

-Ya va a empezar con su mierda, cierto?- dice.

-Si, no puedo evitarlo. Que calor tan hijueputa- le respondo mientras enciendo otro cigarrillo.

-Ya estoy cansada, con usted es siempre lo mismo, cuándo le va a poner un poco de optimismo al asunto-

No se trata de optimismo, ver las cosas por el lado bueno o por el malo es a la larga lo mismo, el resultado, bien sea por previsión o por experiencia, va a ser una cacorrada; no importa mucho el optimismo que se le imprima a la cuestión.

Pero Paola no lo entiende, ella por lo menos no siente calor y eso es una circunstancia muy simple, pero que logra ubicarnos en niveles totalmente diferentes. Ella permanece tranquila y yo me empiezo a inquietar y no puedo dejar de fumar aunque sé que el movimiento y el humo me van a dar más calor, que mierda.

-es que si aportara una razón válida a tanto lamento... Usted, kiny, no tiene remedio, es como cualquier bueno para nada, sólo se queja y no hace nada para remediar sus problemas- me dice indiferente mientras juguetea con el encendedor.

Pienso en que ella tal vez tenga razón, casi siempre la tiene. Pero no tengo fuerzas para aventurarme a solucionar nada, carezco de lo que algunos llaman voluntad y pensándolo bien soy un grandísimo inútil. La voluntad libre y concientemente encaminada a... pienso mientras hago aritos con el humo del cigarrillo y miro de soslayo las tetas de Paola. Mi problema tal vez es de resolución, debería leerme un par de libros de Walter Riso o por lo menos asistir a una conferencia de Lucía Náder y Gonzalo Gallo y decirle a todo el mundo cuanto lo amo. Tal vez debería levantarme más temprano y ver muy buenos días y comprender por fin qué gran filántropo es Jota Mario Valencia; tal vez debería quedarme calvo y convertirme yo mismo en un Jota Mario Valencia con amas de casa que sus maridos no se comen y llaman a gastar ilusiones diciendo cuánto les gusta el programa y cuántos pensamientos eróticos les despierta mi calva cuando están picando una cebolla en la cocina. La voluntad libre y concientemente encaminada a...a ser un calvo, a ser.

Le pregunto a Paola qué tal le parece la idea de convertirme en un Jota Mario Valencia y ríe. Le digo que ella puede ser la anfitriona tetona por la que miles de adolescentes echarían pajas día y noche. No, es mala idea, la voluntad libre y concientemente encaminada a..... Le confieso que yo mismo me echaría unas pajas pensando en ella (igual a veces lo hago y estoy seguro de que ella lo sabe). Me seco el sudor con la manga de la camisa y Paola me mira con una sonrisa extraviada, a veces me pregunto a dónde putas se irá la imaginación de Paola cuando entra en esos letargos autistas. Gesticula, ríe, bosteza. Hablaría sola si no fuese porque un débil hilo la mantiene aún atada a la cordura.

-Que calor tan triplehijueputa- digo, tratando de irritarla.

Duro un rato pensando y fumando y mirándole las tetas, y cuando llego a una conclusión se la planteo. El problema con esta ciudad, le digo, radica única y exclusivamente en el calor. Fíjese, cada dos locales escuchamos vallenato, y estamos llenos de costeños. Y realmente me cuesta mucho trabajo pensar que sea de otra manera. Este calor no amerita sino que nos bombardeen con vallenato día y noche; me parece difícil que con este clima nos sentemos a tomar cerveza y que el dueño de la tienda nos ponga algo de John Scofield, por poner algún ejemplo, es imposible. Estamos a un paso de ser una ciudad costera, no falta sino el mar, por lo demás, el catálogo está completo: la música, la gente, las sandalias, las camisetas esqueleto. Un día de estos nos levantaremos y al alfabeto que conocemos ya le hará falta más de una letra. Pereza hasta para hablar, yo me acomodaría muy fácilmente; voy a tratar de salir a la cale en chanclas y camiseta esqueleto y tufo de borracho de carnaval.

Paola me interrumpe y me pide que la acompañe hasta el parque Santander. Me muestro inconforme no sólo porque implica un desplazamiento de unas diez cuadras bajo un sol macilento y vengativo, sino porque el parque es una gigantesca cagada de pájaro adornada de toda una corte de emboladores que se rinde sumisa ante maricones de saco y corbata que leen con una atención fingida “retaguardia liberal”. La voluntad libre y concientemente encaminada del centro es ser una diarrea imparable. A veces me da por pensar que a toda esa gente le pagan sólo para que camine un rato y haga un estorbo sublime; o bueno, que como yo lo hagan porque la orientación de sus vidas no es otra que sacarse los mocos cada cuarto de hora y echarse pedos en un bus lleno al mediodía. Accedo con la condición de que ella me auspicie los cigarrillos durante todo el tiempo que se demore haciendo lo que sea que tiene que hacer.

-mi voluntad libre y concientemente encaminada a mirarte las tetas, Paola- digo sin darme cuenta que otra vez estoy pensando en voz alta.

-cállese, viejo verde- me dice sonriendo mientras me alcanza un paquete de Belmont nuevo que acaba de sacar de su bolso.

Oh Paola salvadora, que más le puedo pedir a la vida, tus tetas y tus cigarrillos y tu silencio. Si, sobre todo tu silencio que me permite divagar una y otra vez en mil güevonadas. Trato de agarrarla de la mano y me rechaza con un leve empujón. Pienso lo que dirían los burócratas que leen retaguardia liberal mientras les embolan los zapatos y mantienen sus pitos en un estado de semierección si me vieran tomado de la mano de Paola. Las viejas más buenas siempre terminan con el más pendejo. Pienso que sería hermoso ser jota Mario Valencia y caminar por el centro de Bucaramanga en una camisa Lacoste de la mano de una mujer hermosa, mientras un pájaro furtivo decide cagarse a sus anchas en la brillantez de mi calva. La voluntad libre y concientemente encaminada a... a qué putas?, si no fuera libre no sería voluntad, sería redundancia, pleonasmo o qué se yo. Todo se resume a conciencia. Conciencia de estar fumando pensando en las tetas de Paola, pensando en un pájaro que se caga encima de un zapato recién lustrado, pensando en un gamín sucio como un intestino grueso pidiendo limosna con una mano adornada con unas extensas garras que alguna vez fueron uñas. Pienso pienso pienso pienso. La voluntad calva, la libre diarrea y las tetas conciencia. Enciendo otro cigarrillo, encamino mi voluntad libre y conciente a llenar mis pulmones con deliciosa nicotina. Pasamos por uno de esos pasajes que no sé cómo se llaman y que expiden un olor a axila rancia de hogar geriátrico, y donde se compran efectos de primera comunión al por mayor. Cuándo putas llegará la hora de mi primera excomunión? Sería divertido, en un acto solemne cagar la religión que no se escogió, vestido como un cretino y mientras sostienes una gigantesca vela aromática y en una lengua desconocida recitas una letanía prohibida. La voluntad libre y concientemente encaminada a excretar una serie de valores y principios inútiles. AUGUSTO e INÉS le participan a usted la primera excomunión de su hijo CARLOS DANIEL, ceremonia que se llevará a cabo en cualquier excusado, en el culo mismo del mundo.

Paola necesita algún certificado de alguna mierda. Su vida estos últimos días se resume a eso, gente que no la conoce certifica cosas que a decir verdad importan un culo. En una de esas terminaré por certificar a quien pueda interesar que las tetas de Paola son verdaderamente hermosas. Es una lástima que me esté vedado volverlas a tocar, ahora sólo en pajas puedo; por eso las miro detenidamente cada vez que nos encontramos. Exhalo el humo pensando en que es realmente una desgracia; la espero en una banca cualquiera y un ser pusilánime como yo, como cualquier otro infame, se acerca a ofrecerme una embolada para mis zapatos.

Pienso en la inutilidad del momento, estoy como cualquier otra tarde sumido en una rutina que raya en lo exasperante, los pájaros vuelan amenazantes sobre mi cabeza como pequeños bombarderos esperando soltar con precisión una carga explosiva de mierda blanca y líquida, sufro la ausencia espacio temporal de la visión de las tetas de Paola; fumo, fumo y fumo de nuevo.

Que calor tan hijueputa.