Monday, September 08, 2008

Carta nunca enviada a Marcela (lectura completamente prescindible y poco conmovedora)

Releo lo que he escrito y, como siempre, me resulta una gran porquería. Pensé muchas veces que el dolor y la tristeza eran una fuente de inspiración pero en eso tal vez me diferencio de los poetas. Sólo siento un nudo inexorable que me aprieta la boca del estómago, siento un vacío enorme que no podrían llenar todas las comidas del mundo. Los pulmones se me expanden casi hasta explotar y no hay sobre la tierra humo suficiente para darles sosiego. ¿Te has puesto a pensar en el precio de una mirada?, ¿en sus consecuencias?. ¿Te has puesto a pensar alguna vez en la responsabilidad de una mariposa al volar?. Sé que andarás por la vida impunemente regando alguna vez pedazos de mí, pequeños trozos de mierda seca. Mejor dicho, desde mi concepción de mí en ti sé que poco te importaré porque poco me importo, y lo que veo en ti no es más que un reflejo de mi estúpida concepción de mi, en la que objetivamente no eres más que un espejo, otro de los tantos charcos donde me desdibujo y finalmente me encuentro, como siempre, sucio, abatido y rutinario. A veces pienso si un hombre abandonado en el desierto puede llegar a sentir claustrofobia y me parece que es así. También pienso en las tantas veces al día que quiero escapar y no puedo, porque soy débil y cobarde, porque nada me salva del sino de haber nacido en esta tierra y con esta estampa, nada puede hacer más liviano ese peso, es el peso del mundo entero. Es cierto que el dolor es una condición más de la vida y como sustancia imperecedera del tiempo aparece de manera más o menos intermitente. Éste no ha sido un buen año, en resumen, aunque han pasado algunas cosas que la mayoría consideraría “buenas”. Yo sigo siendo el vidrio roto de bus que arreglan con contac y deja pasar el agua y el viento. Sé también que estarás acostumbrada a ello pero me disparaste algo directamente al estómago, y tu revólver era del calibre 38. Después te alejaste a la comodidad de unas pocas llamadas, pues allí las balas no podían alcanzarte. Yo ya estaba herido de muerte, desangrado, y tu mirabas desde tu guarida impávida -¿me pegunto, sí mirabas?-. Distraída con ese maldito mundo que te asombra y yo detesto, hombro con hombro, reconociendo, experimentando, no te cansas de ello?. Yo nací agotado. El mundo está agotado porque es como siento en perspectiva las cosas, pasan rápidas y seguras de que ya vendrá el fin de la carrera. Sé que a veces te confunden mis palabras pero es que quiero no ser lo que quiero, o siento no sentir lo que quiero o en fin me harta querer sentir lo que no quiero sentir ni siento. Detestaría ser de esos miles que por llevarte a un catre te susurran estúpidas palabras melosas de colegial al oído. Es probable que algunos de ellos lo logren y antes o después te darás cuenta que son una cáscara vacía, una guitarra sin cuerdas, un maldito bus lleno de gente a mediodía. Espero que te sepas esas palabras de memoria porque nunca las vas a oír de mi boca. Escribo estas líneas porque me siento encerrado, siento claustrofobia y estas palabras son sólo una manifestación más de mi desesperación de ti. Has firmado mi sentencia y no me dejaste tiempo para defenderme. A veces quisiera conducir un auto a toda velocidad y estrellarlo contra un muro para que todo acabe, pero soy un mortal ridículo y pesimista, aunque las cosas me salgan mal voy a seguir tirando, adivinando más allá una salida, una puerta que sé –porque siempre ha sido así- que va a estar irremediablemente cerrada. Soy (como) un borracho que sabe que siempre habrá otro bar y otras personas dispuestas a aventarse un trago. Presiento que tal vez no tenga remedio aunque algunas veces el hombre perdido en el desierto encuentra la ruta a la ciudad, a la civilización. Sé que por ahora estoy perdido pero soy tan variable –y eso lo sabes- como las formas de maldad que tú conoces. ¿Vas a esperar a que encuentre la salida o prefieres ser el oasis que mantiene –y salva- al hombre perdido en el desierto?.

Los sueños son una realidad individual impalpable y que se disuelve muy pronto.

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