Sunday, September 10, 2006

NO TAN BUCARAMANGA

Me enteré tarde del comienzo de las ferias de la ciudad, que por estos días no es tan bonita. Estaba donde mi abuelo cuando llegó mi tío manejando su camioneta en una franca borrachera. Me acerqué y tenía una botella de agua con un contenido que parecía ser whiski u orines, y me llamó para que me tomara un trago mientras escuchaba rancheras sentado aún tras el volante; aclaro que no eran orines. Acepté aunque francamente el whiski no me gusta y me da ganas de vomitar rápidamente. Noté que tenía una manilla con una leyenda que decía "si yo bebo, no conduzo"; si, como no, salta a la vista tu responsabilidad.
Anoche no fueron más que tres cervezas, viendo dormir la ciudad desde la terraza de J. Los recuerdos de ferias pasadas se arremolinaban en la memoria. Una carrera 27 en todo su esplendor atestada de borrachos, gamínes, putas y gente adulta con sombreros y ponchos vomitándose en cualquier esquina; nada más cercano a una bacanal romana. En esos días era la garrafa de aguardiente y la insensibilidad ante la pelea con puñal de los ñeros de al lado, el encuentro con toda la ciudad que convergía en esa manifestación cavernícola. Las requisas donde las pelotas no se libran de una sobada del malparido gendarme que abusa del poder, las botellas clandestinas, las botas y los pinchos que probablemente esté hechos con carne de animal doméstico enfermo.
También era la borrachera para pasar la verguenza de los golpes en la cara que nos propinó un sólo hijueputa en un encuentro que difícilmente se puede catalogar como pelea, y al final todo eran vómitos y amigos. Taxis cuando ya es de día y la llamada dos o tres horas después para volver a salir, para lucir la cara hinchada y los ojos rojos, y el tufo de viejo loco de pueblo.
Ayer sábado, a la noche, ya la ciudad dormía su borrachera, una que otra manifestación de pólvora se perdía con su humo a lo lejos. Con J tratábamos de descifrar como casi siempre por qué se verifican esos cambios sin siquiera pensarlo, la garrafa de aguardiente que ahora es una lata de cerveza, el grupo que esta noche es de sólo dos, y la carrera 27 que ahora es una terraza en lo más alto de cabecera, los golpes en la cara que son solo la sombra de la brasa del cigarrillo.
La ciudad parecía muerta. Cuando salí caminando pasada la una de la mañana las calles estaban vacías, en el parque de los leones sólo había un carro triste que exhalaba un vallenato silencioso con dos borrachos abrazados y una vieja que habían probablemente olvidado dormida en el andén. Ah, qué recuerdos trae éste parque, pero eso era antes de la policía y sus requisas malparidas y sus ordenes de desalojo. Ahora ni siquiera dos borrachos tratan de golpear al pobre imbécil que camina sólo a esa hora por el parque, que pausadamente les observa mientras se fuma un cigarrillo.
La soledad me acompañó hasta la carrera 33, un taxi furtivo bajando por bako para no caminar más. La suciedad de la 33 que era como la resaca que sufría ahora la ciudad por la borrachera del día. Maizena, latas, botellas, orines, mierda de caballo y vómitos era lo único que quedaba de la felicidad que en el día allí había reinado. Pero ya es domingo y la ciudad trata de recomponerse, el lunes hay que volver a la actividad. Estas cosas quedan siempre, estos residuos, la felicidad dura unas horas para luego darle paso nuevamente a la realidad. La carrera 27 cediendo ante los peligros aún mayores de la quebrada seca, la 15 desamparada, y un puñado de malparidos de los barrios de abajo de la 9ª dándose puñal en la tarima de cumbias que arman al frente del palacio de justicia.
Las pocas latas de cerveza que quedaron en la terraza de J son rezagos de eso mismo, son la evidencia del cambio y son la promesa de nada. Bucaramanga tiene las entrañas abiertas, se desangra y muere.

2 Comments:

Blogger Joe Pino said...

Si ha cambiado mucho la cosa. Antes, el comienzo de la feria me emocionaba, como siempre una oportunidad para embriagarme porque sí, sólo un evento que en el fondo me fastidaba.

Ya no me fastidia en el fondo, ahora realmente me fastidia y para nada me emociona. Si usted se fija el 95% de actividades de la "Feria" son malas, sólo para alimentar el espíritu decadente del bumangués promedio.

Es que parecen ferias de pueblo, sólo tienen en cuenta a la mayoría de la población que busca tomar como descosidos hasta volver mierda la ciudad una vez más. Pero bueno, así seguirá siendo. Entonces deberían hacer concursos como el "comedor de chorizos", "el comedor de huevos" o el tomador de cerveza, como en la feria de Los Santos, eso sí sería gracioso.

En fin, todo ha cambiado. Y no es para menos, han sucedido cosas.

6:47 AM  
Blogger Cerebro said...

Oiga, yo no sabia que Bmanga tuviera algo así, ni idea, mis hermanos vivieron allá varios años y nunca me contarón algo así. En fin... las fiestas suelen ser decadentes o ya no las vivimos con la misma emoción, lo mismo digo yo de las dichosas fiestas de noviembre en mi amada Cgena.

3:27 PM  

Post a Comment

<< Home