CAPÍTULO 7
Siempre preferí mantenerme, en lo posible, alejado de Paola. Su presencia irresistible e infecciosa, contornos precisos que hacían un perfecto contraste con la vaguedad de su mirada, labios llenos de promesas rotas y besos agrios, manos sin tacto, auscultaciones metafísicas que devanaban el alma del más prevenido espectador de su vida, eran cosas que no se debían pasar por alto. Paola peligrosa como una incurable enfermedad del espíritu, ruptura incierta pero tangible, derrumbe de ladrillos de arena con el terrible estrépito del silencio, ahogarse nadando en el aire mientras se busca con desesperación llenar los pulmones con un soplo de agua, todo en fin, tan un poco de ella.
La última vez que la vi intente esquivar su mirada, pero era un encuentro inevitable, cósmico, perfecta alineación de astros para que estuviésemos ella y yo cara a cara, nada que hacer. Fue casi lo de siempre, aunque ahora más esquivo y olvidado, un resquicio en la memoria que busca perderse como alejándose por pequeños callejones, eran otra vez los ojos de Paola frente a los míos tan indefensos, guerreros solitarios y derrotados frente a un terrible ejercito legionario compuesto por miles. Las palabras eran como piedras arrojadas contra la lápida del olvido, tan gastada y triste ahora que casi dejaba ver el cadáver del recuerdo, un horrendo crepitar de llamas de nuevo en la conciencia, pero nada que hacer, ahí estaba Paola con sus palabras como flechas, vanas historias que como siempre jugaban con el tiempo como un gato lo haría con una maraña de lana, mezclaba cosas del pasado con el presente y con otras que no habían sucedido, salvo en sueños o en místicas y nunca dichas profecías que como siempre eran Paola y a la vez un poco también yo atrapado de nuevo en ese ataúd de cristal, en esa caja de música que desde nueva sólo toca las notas del silencio, eran costumbres ya perdidas por propia voluntad, y que venían de nuevo obedeciendo a coincidencias malsanas pero inevitables y otra vez los ojos de Paola fijos en la mirada que inútilmente se resignaba a morir pero que yacía muerta, inexpresiva por el peso de muchas penas y porque se habían quedado mirando largo y sin reparar en el dolor del alma que es el peor de todos porque es incurable y es eterno, hay quienes dicen que es el infierno en vida, meandros de la voluntad putrefacta que perduran más allá de esta carne y de estos huesos que lentamente se deshacen en una pila de escombros de lagrimas y sufrimientos decapitados burlándose pacientemente sentados sobre la llama eterna del pecado.
Por eso ahora escribo a las tres de la madrugada después de deambular por ahí por la ciudad, me agarro la cabeza fuerte, fumo un cigarrillo tras otro, me paro firme sobre mis piernas mutiladas y con orgullo pongo la mirada en alto y me miento a mi y al mundo diciendo que soy un valiente, pero la cobardía recobra su protagonismo y me golpea fuerte con un bastón de recuerdos directamente en el cerebro que se niega a aceptar un pasado escrito con una tinta invisible, código secreto y jeroglíficos de sangre y Paola de repente, majestuosa, gigantesca con una pluma que es a la vez una cuchilla de filo profundo y brillante que corta las pocas telas de araña, esos hilos de virgen que con tanto esfuerzo había construido los últimos días para aferrarme a la vida o a algo similar, pero que era cortado tangencialmente por la escritura cuchilla de Paola, por sus ojos que escupían fuego sobre las llagas purulentas de mi alma y era en un momento caer de nuevo, el abismo, las anfetaminas y el licor y la vida cien veces destruida, la sangre que se esparcía lentamente por el piso ahora escarlata volvía de nuevo a introducirse dolorosamente por las muñecas abiertas en cortes muy bonitos como de manualidades parvularias reafirmándose con fuerza a una vida terrena y falsa, suturado con un llanto balsámico como de ángeles que a la vez son demonios porque ya no es tiempo de banales discusiones sobre el bien o el mal porque ya no tengo salvación, porque otra vez el exorcismo incompleto, la cucaracha a medio matar, el sol radiante medio oculto tras las nubes oscuras y estar frente a esta pantalla escribiendo no se si un testimonio o un acta de liberación que me permita desprenderme otra vez de la red que Paola tendió sutilmente con su mirada, tantas veces olvidada a conciencia, pero otra vez ahí y nada que hacer.
Se que ahora no habrán más encuentros casuales, sólo estaré yo buscando su significado borroso en esta enorme y pesada enciclopedia que es la ciudad, de nuevo las manos torpes del que recién es ciego palpando las figuras y los contornos que nunca aprendió a identificar por el tacto, ahora es esa oscuridad terrible a la que las pupilas no se adaptan, pero nada que hacer, aferrarme a lo de siempre aunque sean ramas secas que con facilidad se rompen, hundir mis uñas en las montañas del olvido y pedir por siempre asilo en esas áridas tierras delo que nunca fue y jamás será.
Kiny
La última vez que la vi intente esquivar su mirada, pero era un encuentro inevitable, cósmico, perfecta alineación de astros para que estuviésemos ella y yo cara a cara, nada que hacer. Fue casi lo de siempre, aunque ahora más esquivo y olvidado, un resquicio en la memoria que busca perderse como alejándose por pequeños callejones, eran otra vez los ojos de Paola frente a los míos tan indefensos, guerreros solitarios y derrotados frente a un terrible ejercito legionario compuesto por miles. Las palabras eran como piedras arrojadas contra la lápida del olvido, tan gastada y triste ahora que casi dejaba ver el cadáver del recuerdo, un horrendo crepitar de llamas de nuevo en la conciencia, pero nada que hacer, ahí estaba Paola con sus palabras como flechas, vanas historias que como siempre jugaban con el tiempo como un gato lo haría con una maraña de lana, mezclaba cosas del pasado con el presente y con otras que no habían sucedido, salvo en sueños o en místicas y nunca dichas profecías que como siempre eran Paola y a la vez un poco también yo atrapado de nuevo en ese ataúd de cristal, en esa caja de música que desde nueva sólo toca las notas del silencio, eran costumbres ya perdidas por propia voluntad, y que venían de nuevo obedeciendo a coincidencias malsanas pero inevitables y otra vez los ojos de Paola fijos en la mirada que inútilmente se resignaba a morir pero que yacía muerta, inexpresiva por el peso de muchas penas y porque se habían quedado mirando largo y sin reparar en el dolor del alma que es el peor de todos porque es incurable y es eterno, hay quienes dicen que es el infierno en vida, meandros de la voluntad putrefacta que perduran más allá de esta carne y de estos huesos que lentamente se deshacen en una pila de escombros de lagrimas y sufrimientos decapitados burlándose pacientemente sentados sobre la llama eterna del pecado.
Por eso ahora escribo a las tres de la madrugada después de deambular por ahí por la ciudad, me agarro la cabeza fuerte, fumo un cigarrillo tras otro, me paro firme sobre mis piernas mutiladas y con orgullo pongo la mirada en alto y me miento a mi y al mundo diciendo que soy un valiente, pero la cobardía recobra su protagonismo y me golpea fuerte con un bastón de recuerdos directamente en el cerebro que se niega a aceptar un pasado escrito con una tinta invisible, código secreto y jeroglíficos de sangre y Paola de repente, majestuosa, gigantesca con una pluma que es a la vez una cuchilla de filo profundo y brillante que corta las pocas telas de araña, esos hilos de virgen que con tanto esfuerzo había construido los últimos días para aferrarme a la vida o a algo similar, pero que era cortado tangencialmente por la escritura cuchilla de Paola, por sus ojos que escupían fuego sobre las llagas purulentas de mi alma y era en un momento caer de nuevo, el abismo, las anfetaminas y el licor y la vida cien veces destruida, la sangre que se esparcía lentamente por el piso ahora escarlata volvía de nuevo a introducirse dolorosamente por las muñecas abiertas en cortes muy bonitos como de manualidades parvularias reafirmándose con fuerza a una vida terrena y falsa, suturado con un llanto balsámico como de ángeles que a la vez son demonios porque ya no es tiempo de banales discusiones sobre el bien o el mal porque ya no tengo salvación, porque otra vez el exorcismo incompleto, la cucaracha a medio matar, el sol radiante medio oculto tras las nubes oscuras y estar frente a esta pantalla escribiendo no se si un testimonio o un acta de liberación que me permita desprenderme otra vez de la red que Paola tendió sutilmente con su mirada, tantas veces olvidada a conciencia, pero otra vez ahí y nada que hacer.
Se que ahora no habrán más encuentros casuales, sólo estaré yo buscando su significado borroso en esta enorme y pesada enciclopedia que es la ciudad, de nuevo las manos torpes del que recién es ciego palpando las figuras y los contornos que nunca aprendió a identificar por el tacto, ahora es esa oscuridad terrible a la que las pupilas no se adaptan, pero nada que hacer, aferrarme a lo de siempre aunque sean ramas secas que con facilidad se rompen, hundir mis uñas en las montañas del olvido y pedir por siempre asilo en esas áridas tierras delo que nunca fue y jamás será.
Kiny
3 Comments:
Como siempre, una chimba esta historia de Paola. Si las montañas tambalean, desaparecer en el mar.
Sabe una cosa? ud debería poner la vaina de los derechos de autor. Hay una forma acá en los blogs, luego lo miramos bien petarquidas.
Nos vemos las jetas, prometo no volver a perder la razon; de ahora en adelante todos mis cumpleaños van a ser solo alcohol + Calamaro y drogas como este año.
Un saludo
"labios llenos de promesas rotas y besos agrios"
Las mujeres asì son ùnicas y deliciosas...
Pienso que toda obseciòn es una enfermedad incurable del espìritu. ¿no crees?
Me gusta este capìtulo de estilo reflexivo.
Y entre otras cosas, en el nuevo Colegio me ha ido del putas, Jorge Alejandro me adora y me presentò con resto de elogios en frente de todo dècimo - once y profesores, y tambièn yo lo adoro.
Que estès bien Kiny, y sgue escribiendo...
SAludos
Laurava tiene razón en su comentario de unos posts más abajo. La actitud de Paola es un poco (o muy) masculinizada.
De hecho, Mr brightside y Joe Pingo ya me habían hecho ver, una vez ingiriendo licor, si no sería más bien que yo era Paola, y eso me puso a pensar y a la larga si, pero no del todo.
Paola es también la mona en que viva la música de Andrés Caicedo,(que man tan pretencioso yo, pero no tanto obviamente), y un poco Liliana llorando del cuento de Cortázar que me da ganas de llorar es a mi cada vez que lo leo. Pero de nuevo laurava tiene toda la razón: Nunca voy a comprender por completo a las mujeres, y me atravo a decir que ni siquiera un poco; por eso Paola es contada como desde afuera, tocada apenas tangencialmente por la vida de otros que so yo o que son como yo, explicarla es inútil, es como perseguir el tiempo perdido, cazar mariposas invisibles con una red de fantasías, y asi es, y además yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escenas de sofa.
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