NOTAS PERDIDAS
Bien, en medio de la gripa que tengo hace como dos semanas (preocupandome que llegue a ser aviar), de tratar de escribir, y de leer libros que ya había leído varias veces, encontre varias cosas que había escrito hace rato, no me parecen buenas, pero por lo menos merecen que alguien que no sea yo las critique. Es de esperarse que la muerte se haga presente en ellas, es una costumbre que tengo (no se por que, pero bueno...) cuando escribo, tal vez alguna vez la deje. En fin son varias y las voy a poner acá sin arreglarles nada, estan tal como se escribieron, pero como dije son varias asi que ire de a poquito, hoy son estos dos escritos cortos:
OLEO SOBRE LIENZO
Alastor Romero ingreso a la posada en una calurosa mañana de miércoles, la camisa color blanco dejaba traslucir un sudor espeso que se deslizaba pesadamente por su espalda. La posadera le recibió con un saludo cordial que parecía más bien dirigido al aire, a una idea diferente que no correspondía a le de un hombre sudoroso y cansado que se hallaba parado ante el mostrador de la recepción, con un equipaje que aunque ligero hacía pensar en una estadía prolongada, no por voluntad del viajero, sino más bien por esa fuerza misteriosa que parecía envolver a ese hombre sencillo, cuyo rostro dejaba adivinar una extraña opresión de su espíritu.
La posadera lo condujo hacia las escaleras que llevaban a la segunda planta de la casa, las cuales no estaban adornadas de manera alguna y dejaban sentir el frío del concreto viejo al pisar cada escalón. Al subir, la posadera lo condujo a través de un pasillo sombrío, tapizado con una alfombra que en un tiempo debió ser roja, pero que ahora, con el paso de los años y de las muchas pisadas que le habían recorrido, dejaba descubrir un matiz extraño, un rosa marchito y triste que se complementaba con la oscuridad del pasillo, con las paredes agrietadas, y con una que otra telaraña feliz que había logrado escapar a la limpieza fácil que se observaba en aquel lugar.
La posadera le indico la puerta de la última habitación a la izquierda del pasillo, y Alastor, con un gesto cansado e indiferente recibió las llaves y agradeció cortésmente a la infeliz muchacha. Abrió la puerta y dejo caer sin mucha prisa su equipaje en un rincón del cuarto. Miró a su alrededor y pudo detallar en la penumbra la estrechez de este, estornudó dos veces a causa del polvo o tal vez de la humedad, y distinguió una única ventana muy alta en la parte posterior del dormitorio, por la que se sentía la entrada de una corriente de aire caliente y el zumbido de una nube de mosquitos que irrumpían y se arremolinaban en el cielorraso de la estancia. Acciono el interruptor, y una pálida luz iluminó precariamente las estrechas dimensiones de la habitación. Pudo entonces Alastor notar en una de las paredes del costado un cuadro, enmarcado modestamente en un material que asemejaba el cobre, pero que dejaba percibir un olor a óxido y herrumbre. En el cuadro se mostraba una habitación como cualquier otra, sólo que ésta parecía estar fuera del espacio y del tiempo. Había en aquel cuarto una pequeña cama, cubierta por unas sabanas raídas y amarillentas, y dos almohadones encarrilados uniformemente en su cabecera; un pequeño escritorio, en el cual se encontraban unos pocos libros, entre los cuales se alcanzaban a distinguir los títulos de la Biblia y crimen y castigo, de Dostoievski.
Al escuchar los gritos la posadera subió corriendo a la segunda planta, alcanzo el final del pasillo y abrió la puerta de la habitación de Alastor Romero, miró al interior y descubrió al desdichado echado en el piso, las muñecas abiertas de un tajo, y la sonrisa melancólica que se dibujaba en el rostro pálido del hombre que yacía sobre el charco escarlata. En la pared, advirtió el espejo quebrado que devolvía la imagen confusa del cuarto, la pequeña cama con sus dos almohadones encarrilados y sus sabanas raídas y amarillentas, el modesto escritorio con libros; parecía estar fuera del espacio y del tiempo.
Kiny –algún punto de 2004-
y, el segundo escrito:
NO HAY MAÑANA
Incomprendida esfinge, yo reino en el azul;
Un níveo corazón junto al blancor del cisne:
Detesto el movimiento que desplaza las líneas
Y jamás he llorado, como jamás reí.
Charles Baudelaire, La belleza
No hay mañana, Maribel. Por qué repetías esas palabras ayer, recuerdas?. Te acuerdas que bajamos de la mano por el bulevar, y tú interrumpías esa canción que cantabas. ¿Si cantabas?, o es que tú voz y tus palabras eran ayer como música?, no lo se, Maribel, yo solo repetía esas silabas bu-ca-ra-man-ga, y tú seguías cantando esa canción en la que unos ángeles vuelan en el infierno, y ¿cómo?, nuestras almas son las que pareciera que volaran en el infierno, con este calor, Maribel linda. Te acuerdas que después bajamos a tu casa, y tu me besabas como sin pensarlo, y cuando yo te besaba tu cara era como borrosa, como brillante, Maribel, como teñida de rojo, de ese rojo que cubre la ciudad cuando miramos los atardeceres acostados desnudos en el patio de tu casa. Ayer cuando hicimos el amor fue mejor que nunca, cierto?. A mi me pareció que estábamos flotando y que ya no estábamos en el jardín de tu casa sino que las nubes sostenían nuestros cuerpos. Eran copos de algodón gigantes, así como tu les llamabas cuando en las mañanas de los Domingos íbamos a la finca y tu pasabas la noche en vela solo para mirar como se veían esas nubes alumbradas con los rayos nacientes del sol, y luego, luego si ponías tu cabeza sobre mi pecho y llorabas dizque porque tu papa nunca te llevo a conocer las nubes. Pues ayer te llevé a conocerlas, espero que estés feliz. No eran la gran cosa, y te confieso que prefiero que el pasto de tú jardín nos arañe la espalda, es que son como cosquillitas, es como otra caricia que me prodigas, pero en fin. Prefiero el sabor de tus besos, del cigarrillo y aún oír esa música romanticona que a ti te gusta escuchar.
Anoche volví a soñar contigo, soñé que caminábamos por el bulevar, nos besábamos y hacíamos el amor. ¿Por que te tenías que morir?. Tal vez por eso tengo esta pistola en la boca, porque hoy el sabor herrumbrado del metal y la pólvora me recuerdan tus besos. Tenías razón, y por eso ahora te juro, Maribel, que no hay mañana.
Kiny 2004.
2 Comments:
Hola Kiny te saludo desde manizales, que ben que por fin hayas vuelto a publicar, no teno mucho tiempo, te comento bien despuès, saludito, si corro con suerte hoy en la tarde estoy en mi casa....
Saludito
Mmmm Kiny, pues me parece que esta primera nota es bastabe descriptiva, logras un estilo creativo, pero a veces exageras un poco en las cosas que son necesarias en la descripciòn o trascendentales para la narraciòn, por lo demàs, me parece que es buena, sòlo que un poco inquietante acerca de el perfil del personaje, que si yo fuera tù, hubiera ampliado un poco màs.
Y del segundo: interesante prefacio, me reuerda o evoca un beve aire de fantasìa tràgico-amorosa, Me gusta el estilo de este, me gustò màs que el primero, pero me inquieta la razòn por la cual el personaje que muere lo està y el còmo...
¿Y cuàl es tu crìtica respecto a estas notas?
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