Friday, June 01, 2007

Reflexiones sobre un pueblo horrible vol 1

Odio el calor casi como la vida misma. En esta ciudad hace un calor insufrible, huele a azufre y se ven llamas ondeando en el cielo. Esto debe ser el infierno. Cuando menos una sucursal muy bien montada. Existe una avenida enorme de 10 carriles que reposa como un saco inútil bajo el sol y atraviesa la ciudad como un pene de negro. Da la impresión de que las suelas de los zapatos van a derretirse de un momento a otro y que uno puede llegar a sudar su propia mierda. No hay edificios de más de cinco pisos cuando con este clima la regla debería ser habitar rascacielos y eso del piso treinta hacia arriba. La gente sale de su casa a tomar el sol en mecedoras lo que les da un aire de caballos estúpidos. En el muelle, junto a un río magdalena donde muy seguramente flota el cólera, la malaria o cuando menos el dengue; unas negras sudorosas sirven pescado freído en una manteca reusada, densa y obtusa. El calor es tan extremo que me provoca meter la verga en hielo. Para llegar a este lugar hay que recorrer dos horas por una carretera pobre en señalización y rica en depresiones, huecos, y resaltos inadvertibles. No llevo ni veinticuatro horas acá y si tuviera un revolver a la mano ya me hubiera volado la mitad de la cabeza. Decido que lo más sensato es largarme cuanto antes. Llego a una oficina de copetrán ubicada en lo que aparenta ser el centro de la ciudad y hay una perspectiva interesante de una iglesia decrèpita, una plaza de mercado hedionda, y un kiosko que no es otra cosa que una mazmorra de hojalata improvisada contra la pared de una esquina donde un par de indeseables beben cerveza. Dentro hay aire acondicionado y me siento como debe sentirse viajar en una cápsula del tiempo. Quiero salir y tomar una cuantas fotos pero los subnormales que rodean el lugar tienen cara de ladrones en potencia, y no quisiera perder mi cámara y tal vez la vida por un par de imágenes que a la larga me resultarán pésimas. Negocio el pasaje un poco más barato y me embuto en el bus donde descubro que hay algún lío con mi asiento y no reclina. No me asombra porque siempre que viajo suelen sucederme desgracias insignificantes e incómodas. El bus arranca con su estrépito de caballos de fuerza y aún oigo la voz en mi cabeza que dice: ¡no quiero estar un minuto más acá! ¡no quiero estar un minuto más acá!.

3 Comments:

Blogger ERAGON said...

Su mama se llama Briguitte? Y es comunicadora social? Parece que ya aparecio su papa real, conoscalo por alla en el blog

4:21 PM  
Blogger ERAGON said...

Oiga respete a su papa chino insolente

9:19 AM  
Blogger ERAGON said...

Ya conociste a tu papi, Chino?

9:24 AM  

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